viernes, 7 de mayo de 2010

Tiempo para Creer



Hay algunos que se llaman a sí mismos ateos, como si fuera una gran cosa; y a los que no son como ellos les llaman despectivamente crédulos. Creer o no creer es un asunto, que al mismo tiempo, requiere de Fe y Razón. Dejas solo la Fe y puedes caer en el fundamentalismo y la superstición. Dejas solo la razón y puedes caer en el materialismo y en la falta de humanidad. Decir que eres hijo de tu padre es un asunto de fe, solo tu madre puede decir, con razón, quien es quien. Igual sucede con otros ámbitos diferentes a la religión. En la política uno puede conocer la promesa de un candidato, de una ideología, de un partido, luego aplicar mucho razonamiento, pero al final si uno cree debe aceptar que la fe ha jugado un papel muy grande, porque al final que es la fe si no la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve (Hb 11,1).

El asunto es que los autodenominados ateos no conciben la existencia de Dios en este mundo tan bizarro, simplemente porque pareciera no estar, porque pareciera no existir, porque no le ven. Imagine cuanto huérfano negaría la existencia de sus propios progenitores. Y no me refiero a la negación por rebeldía. Ciertamente para creer en Dios, uno debe recibir esta gracia de EL, por eso decimos que la Fe es una virtud teologal. Pero también podemos usar la razón para descubrirle en las cosas de la naturaleza y en la caridad que viene en la taza de café que te obsequia aquella señora que no tiene nada más. Nos costará aceptar que algunas cosas no cuadren; como el cáncer, el hambre y las guerras; y poco a poco descubriremos nuestra propia misión y nuestro papel en la historia de la creación.


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