domingo, 23 de mayo de 2010

Algunas reflexiones sobre la Santísima Trinidad




Dios es tres personas en si mismo porque EL es Amor. El amor no es abstracto; para ser Amor, también debe ser Amante y Amado. Así Amor, Amante y Amado, intrínsecos e inseparables, son una Trinidad y un solo Dios.

Dios es Amante porque es Padre y Creador. Engendra y crea por amor y ama al Hijo y a la creación.

Dios se hace Hijo por amor. Dios Hijo es Amado y predilecto del Padre, por EL todo fue creado. Dios Hijo se encarna, se hace hombre, por amor, para salvarnos.

Dios es Espíritu Puro y Santo, es Amor Puro y Santo. Todo aquel que le ama le obedece; y así también se hace amado del Padre y uno con el Hijo y recibe su Espíritu, es decir su Amor, que es enviado tanto por el Padre como por el Hijo. Todo el que le abre su corazón al Espíritu de Dios, a su amor, se santifica.

La Trinidad Santa es siempre una oportunidad para aprender sobre la relación intrínseca que hay entre unidad y obediencia.

La obediencia del Hijo al Padre, es total y voluntaria; el Hijo se hace transparente de tal modo que es al Padre a quien vemos cuando Jesús habla y actúa.  Esto es así porque Jesús, según EL mismo nos explica, es enviado por el Padre. El enviado no puede hacer su voluntad, sino la voluntad de quien le envía.
De modo similar, el Espíritu Santo, viene como enviado por el Padre y el Hijo.
Sin esta obediencia, cada persona estaría haciendo su propia voluntad. Ya no serían uno. Sería debatible la naturaleza divina de todas, porque Dios solo puede ser Uno.

Para hacer la voluntad de otro, es necesario renunciar primero a sí mismo. Quien hace esto entiende que la vida, la existencia, no es de uno mismo ni es para uno mismo. La vida es de quien la da y solo tiene sentido en la medida que se entiende para qué se da y consecuentemente se cumple.

Jesús nos demuestra el objeto de la vida a lo largo de su ministerio (y seguramente también fue así antes), pero es hasta la última cena que nos lo revela plenamente. La vida es simplemente para amar del mismo modo que EL nos lo enseñó, amándonos. Amar hasta el extremo, si es preciso hasta dar la vida por los demás. Amar sin distinguir quien es amigo o enemigo. Porque el único modo de recibir y vivir el reino de Dios, reino del Amor, es amando. El único modo de acabar con el mal, tanto el  que hay en nosotros como el que está a nuestro alrededor, es amando.

Nuestra Madre Celestial, María de Nazaret, también nos ayuda a comprender que en el misterio trinitario las tres personas son distintas, aunque tienen la misma esencia y son un solo Dios. Ella es hija de Dios Padre, madre de Dios Hijo y esposa de Dios Espíritu Santo.

Nosotros también estamos llamados a ser parte de la Trinidad en la persona del Hijo. Por, con y en el Unigénito. De esta forma seremos Uno con el único Dios y sus tres personas. Seamos siempre hijos, en comunión con el Padre, obedeciéndole en todo, amándole a EL sobre todo y amándonos todos.

La imagen de la Santísima Trinidad es un ícono de Andréi Rubliov, religioso y pintor ruso (1360-1430).

Para ver nuestra publicación anterior sobre la Santísima Trinidad, favor hacer clic aquí.

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