miércoles, 19 de mayo de 2010

Consejo para un hijo






Cierto ánimo que hay en el ambiente para compartir pensamientos, ideas y comentarios en las líneas de "status" de las "redes sociales" (vg.: facebook y similares), me da pie para compartir un consejo sobre el que estuve meditando durante la cuaresma reciente. No se limita a lo que un padre/madre le puede decir a un hijo. Puede ser un consejo general de una persona para otra. Tal vez de una persona que ha vivido más, para otra que apenas comienza. Pero nunca es tarde para recibir un consejo, más si este resulta ser bueno. Sin más preámbulos el consejo es: "nunca dejes de ser hijo".

Desde mi miope perspectiva, una de las mayores tragedias que le puede suceder a una persona es dejar de ser hijo. Esto no ocurre solo porque quede en la orfandad; le ocurre a muchos que aún tienen padre y madre vivos. Incluso les sucede a aquellos huérfanos que no buscan en otra persona la figura del "padre" o la "madre". Uno comienza a dejar de ser hijo cuando se afana mucho en la emancipación y, llegada esta, luego en la autosuficiencia. Si alguna vez pidió consejos, entonces va dejando de pedirlos. El cúlmen llega cuando se pierde el hábito de la obediencia a la autoridad y, desconectándose primero de su padre y madre, continua con toda autoridad humana, hasta también desvincularse de la autoridad divina: Dios.

Ahora veo desde este momento de mi vida, que feliz era yo cuando era hijo sujeto a mis padres. Sin saberlo ni apreciarlo era "macario", es decir bienaventurado o feliz, según el sermón de Jesús en la montaña (cf Mt 5). Aún teniendo todo lo que disfrutaba como hijo, nada era de mi propiedad, por lo que era verdaderamente pobre de espíritu. Sujeto a ellos, debía esforzarme en la obediencia, lo que se hace solo en humildad.

Cuando digo que "nunca dejes de ser hijo", no se trata de que alguién se quede en una especie de síndrome de "peter-pan", niño-grande viviendo con sus padres para siempre. Más bien se trata de rescatar algo que la sociedad moderna occidental ha venido perdiendo: la familia grande, la "tribu" familiar, con respeto por la figura patriarcal/matriarcal; no para tener a los viejos en un rincón como jarrones chinos, si no para nutrirse de su experiencia y sabiduría, para pedirle consejos y para obedecerles. Todo esto a imitación de Cristo, a quien vemos en el Evangelio orando todas las noches, es decir, conversando con el Padre Celestial y obedeciendole en todo.

Creo que las decisiones tomadas en la vida son mejores si se piden consejos y si se está más dispuesto a obedecer toda autoridad que viene de Dios.

Recordemos siempre que fue con la desobediencia de un hombre que perdimos lo más preciado y que luego, con la total y voluntaria obediencia de otro hombre, hemos vuelto a ser hijos de Dios.


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