viernes, 8 de diciembre de 2006

Vida

¿Qué es la vida?, ¿es solo energía?, ¿es solo actividad orgánica?, ¿es solo la unión del alma con el cuerpo?, ¿es solo el espacio de tiempo que transcurre mientras estamos aquí?.

Para los que estamos vivos la vida solo tiene un fin: sobrevivir. Es decir, vivir por la vida misma. Aunque solo la usemos para dormir, comer y tener descendencia. Hasta que de tanto hacerlo nos pongamos viejos, o enfermos o las dos cosas, y así se acabe nuestro tiempo individual.

¿Por qué estamos vivos?, pues solo por azar. Hemos batido todos los “records” de la lotería cósmica y sacamos el único premio. No hay ni segundo ni tercer lugar. La única alternativa era no existir, ni siquiera la fracción de un instante, para no estar en la memoria de nadie.

La naturaleza nos dio la capacidad de regenerarnos solo por un tiempo, que es suficiente para legar nuestro código genético a otros que, como nosotros, también lucharán cada segundo hasta cumplir su ciclo; y así sucesivamente hasta que algún cataclismo futuro, o la competencia por la vida, ponga punto final a nuestra historia como especie.

También ha querido la naturaleza que seamos individuos con sensibilidad por la vida. Pero esta sensibilidad trabaja en anillos concéntricos. Afuera está lo que sentimos por la supervivencia de extraños, aunque no hagamos nada. Un poco más adentro está lo que sentimos por la vida de los conocidos, aunque tampoco hagamos nada. Más adentro se encuentra lo que sentimos por la familia, aunque tratemos de hacer y logremos poco. Y muy cerca del centro está el sentimiento por las personas más queridas, confundiéndose con la vida propia.

Sobre la eutanasia tengo sentimientos encontrados. Una parte de mi me dice que la que tienen los pacientes en estado vegetativo no es vida. Al menos no una vida como la que tenemos la mayoría de las personas. Pero la vida no solo viene en blanco y negro. Allí están todas las personas con diferentes impedimentos, enfermedades, limitaciones, que pudieran ser sujetos de un trato similar en el futuro. Primero por razones médicas, luego por inviabilidad económica. La otra parte de mi, al final, simplemente me dice: mientras hay vida hay esperanza. La Eutanasia no parece ser exactamente el juego que Dios jugaría. ¿Por qué jugarlo nosotros?.

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