¿Qué puedo yo ofrecerle a Dios?
Ciertamente no es nada que yo pueda hacer o tener, porque más que hacer EL creó todo lo que me rodea: el Cielo y la tierra. Todo lo tengo en préstamo porque es suyo. No puedo ofrecerle lo que ya le pertenece. Y si yo hago algo es porque EL previamente ha creado lo que es necesario. Y si yo tengo algo es por su providencia, que EL sabe lo que necesito y lo que me conviene. Y si con algo sufro, sé que EL lo permite, porque puedo cargar con la cruz que me toca, porque algo mayor y mejor he de sacar de la prueba.
Ciertamente no es mi vida, que no es mía sino de EL, que me la ha dado. En el preciso momento EL asintió y yo fui concebido en cuerpo y alma para venir a este mundo. Y aquí solo estoy de paso porque regreso a EL para conocerlo por primera vez. Tanto me ama que hizo el universo para colocar este mundo en el que he nacido. Tanto me ama que me llama para que le conozca. Tanto me ama que se hizo hombre para mostrarme el camino hasta EL. Tanto me ama que vive en mi corazón para ayudarme a perseverar cada vez que me rindo.
Ciertamente tampoco es mi inteligencia y mi libertad, que ya me las dio EL cuando dijo “hagámosle a nuestra imagen y semejanza”. Ah, pero allí está lo que puedo ofrecerle. Porque libremente puedo preferirle a EL y con la razón conocerle y con todo mi ser amarle. Y amarle es verlo en todos los hombres y mujeres, porque todos somos hijos e hijas y todos somos su viva imagen. Y amores son buenas obras y buenas obras son amores.
Dije conocerle con la razón y no con la Fe, porque la Fe es una virtud que solo crece en los titanes del corazón, en los amigos íntimos del Señor, en los más humildes de espíritu. Porque la Fe es una noche muy oscura, donde no puedo ver con los ojos, sino solamente con el alma. Porque la Fe es un desierto en donde solo me encuentro yo, porque soy quien ha estado perdido y soy yo quien debe volver al camino.
El Señor se ha fijado en mi, que no tengo ningún mérito y muy poco que presentarle, porque infinita es su Misericordia. Bendito y alabado sea por siempre el Señor.
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