miércoles, 27 de abril de 2011

Hijo mío




Hijo mío,
que estás en el mundo,
desde siempre conozco tu nombre.
Abreme tu corazón,
para mostrarte el camino, la verdad y la vida.
Deja a cada día su mortificación, pero hoy recibe mi Gracia.
Mi misericordia es infinitamente mayor que todas tus ofensas,
pero que sea tu medida cuando perdonas a quienes te ofenden.
Aférrate a mi para que no caigas en la tentación,
ni el mal te haga su esclavo.
Tu sabes que te amo.

miércoles, 20 de abril de 2011

Un momento con el Nazareno



Recuerdo que cuando era niño, mi mamá me llevó a conocerte. Y en aquellas visitas largas me llamó mucho la atención que había gente vestida como tú. Y aunque nunca te hice esa promesa, confieso que alguna vez yo también quise vestirme así. Con cada visita aprendí, sin notarlo, lo que es peregrinar, lo que es una procesión y lo que es una devoción. Al pasar los años, cuando estudiaba en la universidad, ya iba yo solo y todavía las visitas eran largas. No solo iba a verte, procuraba llegar lo más cerca posible para que tu también me vieras.

Pero desde hace mucho tiempo las visitas no solo se hicieron escasísimas, sino que cuando ocurrían eran lo que mi mamá llama una “visita de médico”, casi un vistazo, como quien se encuentra a un conocido en una estación del metro: un saludo rapidito y de vuelta a la diligencia que me llevaba por aquellos lados del centro de Caracas. Era como si solo quería asegurarme que aún estabas allí.

Me sorprendió cuando mandaste a avisar que eras tu quien ahora iba a visitar. Imaginé que había mucha gente que como yo ya no se acercaba con suficiente tiempo por tu casa para hacerte una visita decente. Solemos dar muchas excusas: que si la cola, que si el transporte, que si la seguridad, pero no dejaran de ser excusas y hasta un signo del debilitamiento en la Fe.

Y fue así que averigüe cuando venias por mi barrio. Un programa en el semanario de la Iglesia me indicó el lugar, el día y la hora. Pasaron las semanas y me fui llenando de ansiedad ¿Qué te iba a decir después de tanto tiempo? ¿Qué me diría tu rostro y muy particularmente tu mirada?

Llego el tan esperado día. Esta vez no fui solo, me acompañaron mi esposa y mis hijos. Te los quería presentar. Aunque llegamos temprano me quedé atrás. El Templo se fue llenando poco a poco y justo cuando llegaste nos congregábamos allí entre 700 y mil personas. Apenas traspasaste la puerta se me hizo un nudo en la garganta y es que esta imagen tuya habla tanto de ti, pero también de mi.

Tu visita me hizo recordar aquellas en las que no importaba el tiempo. Y así, mientras te contemplábamos, tu nos contemplaste a nosotros durante el viacrucis, y el rosario y la misa. También contemplabas a los penitentes y hacías esfuerzos para que fueran muchos los que pudieran comulgar. Señor, tu pueblo, como tú, está vivo y te ama. Señor, prolonga en nuestros corazones esta visita hasta que podamos contemplarte cara a cara en la casa del Padre.



viernes, 1 de abril de 2011

¿Qué puedo yo ofrecerle?





¿Qué puedo yo ofrecerle a Dios?

Ciertamente no es nada que yo pueda hacer o tener, porque más que hacer EL creó todo lo que me rodea: el Cielo y la tierra. Todo lo tengo en préstamo porque es suyo. No puedo ofrecerle lo que ya le pertenece. Y si yo hago algo es porque EL previamente ha creado lo que es necesario. Y si yo tengo algo es por su providencia, que EL sabe lo que necesito y lo que me conviene. Y si con algo sufro, sé que EL lo permite, porque puedo cargar con la cruz que me toca, porque algo mayor y mejor he de sacar de la prueba.

Ciertamente no es mi vida, que no es mía sino de EL, que me la ha dado. En el preciso momento EL asintió y yo fui concebido en cuerpo y alma para venir a este mundo. Y aquí solo estoy de paso porque regreso a EL para conocerlo por primera vez. Tanto me ama que hizo el universo para colocar este mundo en el que he nacido. Tanto me ama que me llama para que le conozca. Tanto me ama que se hizo hombre para mostrarme el camino hasta EL. Tanto me ama que vive en mi corazón para ayudarme a perseverar cada vez que me rindo.

Ciertamente tampoco es mi inteligencia y mi libertad, que ya me las dio EL cuando dijo “hagámosle a nuestra imagen y semejanza”. Ah, pero allí está lo que puedo ofrecerle. Porque libremente puedo preferirle a EL y con la razón conocerle y con todo mi ser amarle. Y amarle es verlo en todos los hombres y mujeres, porque todos somos hijos e hijas y todos somos su viva imagen. Y amores son buenas obras y buenas obras son amores.

Dije conocerle con la razón y no con la Fe, porque la Fe es una virtud que solo crece en los titanes del corazón, en los amigos íntimos del Señor, en los más humildes de espíritu. Porque la Fe es una noche muy oscura, donde no puedo ver con los ojos, sino solamente con el alma. Porque la Fe es un desierto en donde solo me encuentro yo, porque soy quien ha estado perdido y soy yo quien debe volver al camino.

El Señor se ha fijado en mi, que no tengo ningún mérito y muy poco que presentarle, porque infinita es su Misericordia. Bendito y alabado sea por siempre el Señor.